SA-EELA
El Sa-eela es uno de los bailes más movidos, profundamente rítmico, y erótico de las danzas de las esclavas en Gor. Pertenece, generalmente, al género de danzas comúnmente conocido como Danzas Señuelo de las esclavas hambrientas de amor. El tema común de este género, por supuesto, es el intento por parte de una esclava, abandonada para llamar la atención del Señor. El Sa-eela, normalmente es interpretado en la desnudez, ya sea por una sclava de bajo rango como por una chica liberada de todos los impedimentos excepto de su collar. Es uno de los bailes más poderosos de Gor. Se realiza de forma diferente según las ciudades, pero las variaciones practicadas en las ciudades cercanas al río, y generalmente en las llanuras del Vosk, están, en mi opinión, entre las mejores. No hay ninguna estandarización para mejor o peor en los bailes de las esclavas Goreanas. No sólo pueden los bailes diferir de ciudad en ciudad, sino incluso de taberna a taberna, y de chica a chica. Esto es porque cada chica, en su propia forma, brinda la naturaleza de su cuerpo, sus propias disposiciones, su propia sexualidad y necesidades, su propia personalidad, a la danza. Para la mujer, la danza de una esclava es una forma creativa de arte, único y personal. También, le proporciona una modalidad profundamente íntima de expresión.
El Sa-eela, por supuesto, no es la clase de bailes que pueden ser interpretados por una mujer libre.
Peggy, ahora bailó sobre sus rodillas, al fondo de la mesa usándola en su baile, Presionando su vientre contra ella, y tocándola con sus manos, cuerpo y labios. Entonces, se puso de espaldas, en las baldosas, de lado, de rodillas, prostrada y de nuevo, con la cara hacia arriba, y entonces retorciéndose, de frustración y soledad. Permanece ante el Señor, con las manos alzadas, ambas juntas sobre su cabeza.
Yo observé a la bailarina lo notable de sus pequeños y cerrados puños en las baldosas, lo arañado en la su superficie de sus uñas, el giro de una cadera, el liso de un muslo, la elevación de una rodilla, el giro de su cabeza. Ella estaba tumbada sobre su espalda, y lloriqueando, cayendo en la miseria, escociéndole la palma de las manos, con los talones magullados. Podría haber estado en una celda, encerrada lejos de los hombres.
Entonces giró sobre su estómago, y se levantó con sus manos y rodillas, la cabeza baja acordándose de esa posición durante un momento. Entonces, la música empezó una fase melódica diferente, una menos física y frenética, casi lírica. Gateó unos pasos a su izquierda y levantó su cabeza. Alargó su pequeña mano. Parecía que allí se encontraba alguna barrera, una pared limitante. Entonces se levantó. Rápidamente, sus manos parecían trazar el lugar de la firme barrera, esas paredes invisibles que parecían contenerla. Entonces, nos miró y puso su cabeza entre sus manos, inclinada, y enderezado su cuerpo, con el pelo echado hacia atrás. "¡?" parecía preguntar, mirando como si algunos carceleros rudos hubieran venido a la puerta de su redil. Pero, por supuesto, no había nadie allí y en la interpretación del baile, esto estaba claramente definido Entonces, en una conmovedora fantasía, dentro de su redil, ella se prepara para su Señor. Parecía seleccionar concienzudamente sus sedas y joyas, parecía aplicarse cosméticos, parecía engalanarse con el esplendor de una reluciente y diáfana esclava. Entonces, cruzó sus muñecas y las movió, como si hubieran sido atadas. Las extendió delante suya como si la correa que las ataba estuviera demasiado tirante. Parecía que ella, con la cabeza alta, era una esclava atada con su cuerda puesta, dentro de la jaula. En la puerta de la jaula, por supuesto, sus muñecas se separaron, y sus pequeñas palmas y dedos nos señalaron claramente, que ella aun estaba encerrada. Volvió al centro de la jaula, cayó sobre sus rodillas, se cubrió la cabeza con las manos y lloró.
La siguiente fase de la música comenzó en este punto.
Ella miró hacia arriba. Había sonado algo en el pasillo, más allá de la puerta. Se levantó de un salto y se acercó a la pared de la celda. Esta vez, parecía, realmente, que había hombres allí, que habían venido a por ella. Levantó la cabeza. Ella se giró, fingió desdén. Entonces, pareció como si ella, asustada, mirara el suelo de la celda, llamándolos, levantando la cabeza, cogiéndoselas lastimosamente. Rogando ser considerada. Parecía, mientras se encogía asustada, que la puerta de la celda había sido abierta. Ella se arrodilló rápidamente en la posición de esclava de placer. Obviamente, temía a sus rudos carceleros. Por segunda vez, pareció que había sido golpeada con un látigo. Entonces otra vez asumió la posición de una esclava de placer. Inclinó la cabeza. Entendía bien lo que se esperaba de ella. Iba a actuar bien en las baldosas del salón de fiestas. "Si, Señores" parecía decir. Pero que poco hicieron sus carceleros, quizá solo comunes y groseros colegas, entendieron que eso es lo que precisamente ella también deseaba hacer. Tanto había esperado, con una frustración cruel, insatisfecha y sola, en su celda este justo momento, la preciosa oportunidad en la que una simple esclava puede permitirse ser expuesta, presentarse para la consideración de su Señor. ¿Cuanto pueden ellos entender la conmoción y el significado de este momento para ella? Ella iba a tener una oportunidad de presentarse ante el Señor! Quien sabe si en esa casa tan grande, una con celdas y carceleros, se le iba a dar alguna oportunidad? Y parecía que iba a ser trasportada por sus pies y sus muñecas, fuerte y cruelmente atadas en su espalda. Su cabeza y cuerpo entonces, quedaban inclinados. Su cabeza doblada, como si estuviera la mano de un hombre en ella. No como una esclava de alto nivel que, vestida con joyas y sedas relucientes, elegantemente atada, iba a ser conducida al lugar donde realizar el baile, algún banquete aristocrático. En cambio, cruelmente atada y desnuda ella iba a ser arrojada ante los Señores en una fiesta de borrachos. Entonces, con pasos pequeños y rápidos, describió un amplio círculo en las baldosas. Parecía que era arrojada arrodillada, ante nosotros. Sus manos todavía estaban en su espalda como si estuvieran terriblemente atadas. Nos miró. Nosotros éramos los Señores ante los cuales ella iba a danzar. Se levantó y se inclinó mientras sus manos estaban siendo desatadas. Entonces, flexionó las piernas y levantó sus manos por encima de su cabeza, como hizo en un principio.
Las fases finales de Sa-eela empezaron entonces.
En estas fases la chica, con toda su belleza desprotegida, y desnuda excepto por su collar de esclava, intentó despertar el interés de su Señor.
El cuerpo de Peggy brillaba por el sudor. Ella tenía los pies pequeños y curvas maravillosas. Su cuerpo era magnífico.
Ahora ella entró en la fase de manifestación del Sa-eela. En esta parte del baile, la chica llamaba la atención a varios aspectos de su belleza, desde brillo de su pelo hasta sus tobillos, desde sus pequeños pies hasta sus finos y pequeños dedos.
La música ahora, vibrando, se dirigía hacia el clímax del Sa-eela. En estas, las partes finales del Sa-eela, la esclava, en efecto, se ponía a la merced del Señor. Ella ya había presentado ante Él, casi con una encantadora enumeración, la mayoría de aspectos externos y rítmicos de su belleza. Ella se había expuesto hasta ahora ante Él como un objeto en el cual, esperanzadamente, Él podría tomar algún interés. Una mujer puede hacer esto debido a varios motivos, como rabia o su deseo de ser comprada por un Señor adinerado, solo uno de los cuales debería ser un deseo conmovedor y auténtico para ser encontrada agradable por El. En cada exposición puede haber, a pesar de que a menudo no es así, una sutil distinción psicológica, apreciable en el comportamiento, entre en mercader y la chica que está exhibiéndose como mercancía. En el primer caso, donde no existe distinción, que es el caso auténtico, la chica dice "Estoy en venta. Cómpreme y ámeme!" En el segundo caso, la chica dice "Aquí hay una hermosa esclava. ¿Está usted interesado en ella?" En el segundo caso, por supuesto, el Goreano está interesado, a pesar de que la chica no entienda bien porque, no solo en la mercancía sino en la chica que está exhibiendo la mercancía. Ella podría asustarse realmente si entendiera que su intención era poseerla, y en realidad, iba a hacerlo. Los Goreanos, como ya he mencionado, están interesados en poseer a la mujer completa, con toda su dulzura, profundidad, complejidad e individualismo.
La chica ahora, indefensa, con toda su desesperación y esplendor sexual, no estaba bailando aspectos o atributos de su belleza ante su Señor , sino que bailaba sus propias pasiones, sus propias necesidades y deseos, su lastimosa necesidad, belleza e intimidad ante Él. No había freno, reservas, compromisos, divisiones ni distinciones. Sus necesidades estaban tan expuestas como su cuerpo con collar. Ella se bailó ante su Señor.
La música alcanzó el clímax y Peggy, girando, arrojándose de espaldas en las baldosas. Cuando la música llegó a su última nota, ella arqueó su espalda y flexionó sus rodillas, y le miró, con el brazo derecho extendido hacia Él.
Guardia de Gor