DANZA DE LA CADENA
Este es uno de los "bailes de historias" mas largos, incorporando un guerrero en el baile con la esclava. La esclava progresivamente es estirada por el guerrero por una larga cadena enganchada a su collar.
La figura de esa mujer envuelta en negro empezó a bajar la escalera del carro. Una vez sobre el suelo se detuvo y permaneció inmóvil durante un largo momento. Y entonces empezaron a tocar los músicos. El primero en hacerlo fue el tambor, que marcó un ritmo como de latidos en frenesí.
La bailarina parecía huir, corría a uno y otro lado siguiendo la música, y evitaba obstáculos imaginarios. Era algo muy bello, que sugería la escapada de una ciudad en llamas, llena de seres que corrían en busca de la salvación. De pronto apareció la figura de un guerrero, apenas indistinguible en la oscuridad, cubierto por una capa roja. Imperceptiblemente se fue acercando, y la chica no podía evitarlo, pues allá donde corría encontraba siempre al guerrero. Finalmente, el hombre de la capa le ponía la mano sobre el hombro. La chica echó hacia atrás la cabeza y levantó los brazos, y pareció entonces que todo su cuerpo expresaba desdicha y desesperación. El guerrero la hizo volverse para quedar cara a cara con ella, y en ese momento, con ambas manos, la despojó de la capucha y del velo.
El público gritó entusiasmado.
El rostro de la chica mantenía una expresión estilizada e invariable de terror, pero aún así se hacía evidente que era una belleza. Yo ya la había visto antes, naturalmente, y Kamchak también, pero seguía siendo todo un espectáculo verla a la luz del fuego: su cabello era largo y sedoso, negro, sus ojos oscuros y su piel morena.
Permanecía implorante ante el guerrero, pero él no se movía. Ella se retorcía desesperadamente e intentaba escapar, pero no conseguía liberarse de su presa.
Finalmente levantó las manos de los hombros de la chica, y ésta, mientras arreciaban los gritos del público, se derrumbaba a sus pies, tristemente, para pasar a ejecutar la ceremonia de la sumisión: se arrodilló, bajó la cabeza, alargó los brazos hacia delante y cruzó las muñecas.
El guerrero se apartó de su lado y levantó un brazo.
Alguien le lanzó la cadena y el collar desde la oscuridad. Por medio de gestos le indicó a la mujer que se levantara. Ella le obedeció y quedó de pie frente a él, cabizbaja.
El guerrero le levantó la cabeza y acto seguido un chasquido que todo el público pudo oír indicó que el collar se había cerrado en torno al cuello de la chica. La cadena que pendía del collar era bastante más larga que la de un Sirik, pues debía medir unos seis metros.
La chica pareció entonces, siempre al ritmo de la música, girar, escurrirse y alejarse del guerrero, mientras él desenrollaba la cadena, y de este modo quedó, en actitud desesperada con los seis metros de cadena desplegados. La chica se agachó, sujetó la cadena con las manos y así permaneció inmóvil durante un buen rato.
Aphris y Elisabeth observaban todo esto con una gran fascinación. Kamchak tampoco había podido apartar los ojos de aquella mujer.
La música se había detenido.
Y después, tan repentinamente que por poco salto sobre mi asiento, la multitud gritó de entusiasmo, y la música empezó a sonar otra vez. Pero lo hacía de forma diferente, pues en ese momento se trataba de un grito de rebelión salvaje, de un grito de rabia, y la muchacha de Puerto Kar se convirtió súbitamente en un larl encadenado, que lanzaba dentelladas y zarpazos a la cadena, y se deshizo de sus ropas negras para revelarse envuelta en las diáfanas sedas de placer de color amarillo. La danza transmitía un sentimiento de odio y frenesí, una furia que obligaba a la bailarina a enseñar los dientes, a rugir. Giraba en el interior del collar, tal y como permite el collar turiano, y daba vueltas en torno al guerrero como si se tratase de una luna cautiva alrededor del sol rojo que la aprisionaba, siempre con la cadena extendida. El guerrero empezó entonces a recuperar la cadena haciendo que la muchacha se acercase de nuevo a él. A veces permitía que retrocediera, pero la cadena no volvió a extenderse en toda su longitud, y cada vez que le permitía retroceder recuperaba un poco más de cadena.
La danza contenía algunas fases que dependían de la amplitud de la órbita. Algunas de estas fases eran muy lentas, y no contenían movimientos, salvo algún giro de cabeza o movimiento de manos. Por el contrario, otras eran rápidas y desafiantes, y otras gráciles y suplicantes. Algunas eran de complicada ejecución, otras sencillas. Algunas eran orgullosas, y otras inspiraban compasión. Pero después de cada uno da estas fases, un hecho se repetía: la chica estaba más cerca del guerrero de la capa, hasta que su puño alcanzó el collar turiano. Cuando esto ocurrió, levantó a la chica, derrotada y exhausta, para atraerla a sus labios y someterla con un beso. Las manos de la bailarina le rodearon el cuello y sin oponer resistencia alguna, con la cabeza apoyada en el pecho del guerrero, se dejó levantar en sus brazos. Seguidamente, ambos desaparecieron en la oscuridad.